Alma mía, encendida en el fuego del anhelo,
¡A Ti me vuelvo, ya Rasûlallah!
No sé cómo podría soportar
esta llama ardiente, ya Rasûlallah.
Desde la eternidad he llorado,
mis suspiros no cesan, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

Tú eres la cura para los corazones que arden,
no hay otra sanación, ya Rasûlallah.
Eres la munificencia misma,
la gracia sin límites, ya Rasûlallah.
Amado del Señor Altísimo,
exaltado, alabado, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

No florece la rosa, no corre el río,
si falta Tu luz, ya Rasûlallah.
El universo se desvanecería,
no quedaría aliento, ya Rasûlallah.
Llora el adiós, llora el encuentro,
sin Tu deleite eterno, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

Las almas se disuelven en arroyos perfumados
que de Ti fluyen, ya Rasûlallah.
El sol tiembla, abrasado,
consumido en el resplandor, ya Rasûlallah.
Un quejido lastimero surge de la creación
en su postrer aliento, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

Aunque la sed me consuma en desierto ardiente,
no sentiría dolor, ya Rasûlallah.
Volcanes arden en mi pecho,
los mares no apagarían su ardor, ya Rasûlallah.
Si lloviera fuego del cielo,
permanecería firme, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

¡Qué dicha cerrar los ojos de amor,
y morir por Ti, ya Rasûlallah!
Entregar el alma en Tu camino,
mi última visión, ya Rasûlallah.
Exhalar el último suspiro en Tu corte,
y que la muerte sea dulce, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!

Inclino la cabeza en quebranto,
mi cura eres Tú, ya Rasûlallah.
Mis labios se abrasan en el fuego,
y en Tu umbral mi recuerdo gira, ya Rasûlallah.
Concede misericordia, como Tu corazón ordene,
a esta alma también, ya Rasûlallah.
¡Con Tu luz, dame alegría—
pues estoy consumido, ya Rasûlallah!